La tuberculosis (TBC) es una enfermedad producida por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, que se origina cuando las bacterias que la causan se activan (se multiplican en el cuerpo) y el sistema inmunitario no puede detener su proliferación. Se contagia de persona a persona generalmente por el aire. La TBC generalmente afecta los pulmones, pero también puede lesionar otras partes del cuerpo como la pleura (membraba que rodea a los pulmones), el intestino, los riñones, el cerebro o la columna vertebral.
¿Cómo se propaga?
Una persona con tuberculosis en los pulmones o en la garganta puede propagar los microbios por el aire si tose, estornuda, habla, grita o canta. Estos microbios pueden permanecer en el aire durante varias horas, según el tipo de ambiente en que se encuentren. Las personas que respiran ese aire que contiene los microbios de la tuberculosis pueden infectarse y adquirir la enfermedad, ya sea en su forma latente o en su forma aguda. Es muy importante que los convivientes y contactos cercanos de un enfermo con TBC se revisen para ver si están en riesgo de padecer la enfermedad a corto plazo. Esto ocurre, sobre todo, en aquellas personas que tienen las defensas bajas y personas que han sido infectadas hace poco tiempo.
Una persona con TBC latente tiene los microbios en su cuerpo pero no están enfermas, porque éstos no están activos. Estas personas no tienen síntomas de la enfermedad y no pueden contagiar a los demás. Sin embargo, en un futuro, estas bacterias pueden activarse y enfermar de tuberculosis. Existen tratamientos para tratar estas formas latentes que generalmente se prescribe a personas o niños con su capacidad inmunitaria disminuida por la circunstancia que sea.
No existe una vacuna eficaz sobre formas pulmonares, pero todos los casos de TBC pueden curarse con un tratamiento bien hecho. Es importante tomar los medicamentos tal como le ha dicho su médico, sin olvidar ninguna toma y durante los meses indicados, aunque se encuentre mejor. Muchas de las personas que no terminan el tratamiento volverán a desarrollar la enfermedad; y es posible que las nuevas bacterias sean resistentes a los tratamientos convencionales. Terminando correctamente se evita la aparición de bacterias resistentes, se consigue la curación completa y se evitan recaídas. El tratamiento de la tuberculosis de bacterias resistentes es más complicado y más largo.
Una persona afectada de TBC que toma bien su tratamiento se puede incorporar a su actividad social y laboral en un periodo de 2-4 semanas o incluso menos, dependiendo de cómo evolucionen sus síntomas.
Quienes más contagian son las personas que más tosen, por lo cual los enfermos con capacidad de contagiar (bacilíferos) deben estar en aislamiento de los demás mientras mantengan esa condición. Deben también taparse la boca con un pañuelo o mascarilla al toser y ventilar lo más posible la estancia donde se encuentren, para intentar diseminar lo menos posible la enfermedad.
El enfermo bacilífero intentará evitar situarse cerca de un ventilador o cualquier otro sistema de refrigeración o calefacción por aire que pueda auspiciar propiciar la transmisión de la enfermedad. No es necesario ninguna medida especial respecto a la vajilla, cama, ropas del enfermo, etcétera.
Es importante que acuda a sus revisiones médicas. Generalmente son fármacos bien tolerados pero, al ser tratamientos relativamente largos, hay que vigilar que no aparezcan efectos adversos.
Es importante que limite o evite la ingesta de alcohol mientras dure el tratamiento.
Es aconsejable también usar protección solar cuando haya exposiciones prolongadas al sol. Alguno de los fármacos utilizados puede hacer que su piel sea más sensible a los rayos.
https://www.cdc.gov/tb/esp/topic/basics/exposed.htm
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